Puta, princesa y lo que le venga en gana.

 

Hacía tiempo que no escribía desde el alma, la verdad es que es casi imposible con tantísimo trabajo y tres criaturas, pero este café de mediodía en medio de la adaptación a la escuela está dando mucho de sí.

Los hijos e hijas crecen y yo he crecido con ellos, he pasado, paso y pasaré por mil etapas, cada una más gigante y vertiginosa que el anterior, y ahora me encuentro en esa etapa de: no me sirven las normas, ni los libros , mucho menos los manuales de instrucciones. De hecho, no me han servido nunca, como mucho he encontrado en ellos la convicción que las normas o leyes en el planeta crianza no suelen cumplirse, pues por mucho que nos sirviera no hay ni un solo niño/a que siga un patrón, tampoco ningún adulto.

Esta misma semana estaba conversando con unas vecinas, con niñas un poco más pequeñas que la mía (María ya tiene 5 años (y medio 😉 ), y estaban muy angustiadas porqué  sus hijas con «solo» 4 años sólo pedían coronas, brillantes y vestidos de princesas Disney. “Como puede ser si sólo les leemos cuentos no sexistas, les compramos camisetas azules y en vez de ballet van a joquei?”

Es tan frecuente pasar por este momento de angustia… de saber y ser consciente que vivimos en un mundo plagado de sexismo y querer luchar y abanderarse por encima de todo para nuestra hija no sea engañada, no sea presa de la anorexia, o de los abusos en el trabajo, o sexuales…. Da tanto miedo que de pronto odiamos el rosa, y las princesas y hacemos una guerra contra los brillantes y la purpurina… “Yo no quiero una princesa, quiero una guerrera”

Yo también lo pasé, de hecho sigo teniendo todos estos mismos miedos, pero os aseguro que aún me da más miedo que mis hijos (varones) sean también presa de todo ello. Me da un miedo infinito que mis hijos se vuelvan hombretones desmesurados, y hagan chistes sexistas, llamen gorda a alguna compañera de clase o feminazi reprimida a la chica que no les deje meter mano o puta rematada a la chica que se divierta con ellos y otros chicos sin rubores.

Al fin y al cabo el problema no está en la princesa ni en la guerrera, el problema viene cuando el mensaje que damos a nuestras hijas e hijos es despectivo o peyorativo. ¿No son mujeres las princesas? ¿A caso no pueden ser guerreras? ¿Y si no quieren serlo? ¿Qué pasa con sus libertades, con sus decisiones? Quizás las que tenemos el mensaje equivocado somos nosotras/os y en vez de brindarles, alas, autonomía y amor propio las estamos moldeando a nuestro antojo. Quizás estamos llenas y llenos de prejuicios y hablamos desde el miedo, y desde nuestro mapa sin ni siquiera pensar en el significado real, al fin y al cabo estamos etiquetando por etiquetar, estamos creando estereotipos que a veces ni tan solo existen. Y ojo, no digo que las cosas no deban cambiar, deben cambiar y mucho, pero prohibir el rosa quizás es correr contra un muro. Dirigir a nuestras hijas hacia otro color es exactamente lo mismo de lo que huimos.

¿Sabéis que pienso? Que no darles purpurinas y huir de Frozzen y del rosa a toda pastilla no va a funcionar. Pienso que lo que realmente funciona y aun así para nada será una garantía, es predicar con el ejemplo: no criticar a otras personas, ni meterse con el peso o silueta de la vecina ni de la modelo de la revista, no decir barbaridades sobre otras personas referentes a su sexo, su talla o si físico ni en la coña mas coñona, etc.

Si fuera tan fácil como prohibir coronas no estaría el mundo como está. Pienso que realmente debemos revisar como adultos lo que somos para reflejar lo que deberíamos ser y dejar de proyectar deseos en nuestros hijos que no son suyos.

A veces pienso en mi misma, me acuerdo de mis disfraces de princesa, de mis 20 coronas, de mi casa de la Barbie, de mi deseo de un Ken….pero también recuerdo perfectamente mis ganas de ser la mejor nadadora, cómo disfrutaba trepando los almendros de mi jardín y como me levantaba del suelo con la rodilla ensangrentada mirando a los adultos y tranquilizándoles “no pasa nada, no me duele”.

Pienso en mi y en mi educación, y me veo hoy preocupadísima por lo que serán mis hijos, y está bien preocuparse, claro que si, pero yo hoy soy una mujer con las cosas muy claras, que se tragó absolutamente todas las Disney, que se vistió de rosa y que se maquilló hasta que ni su madre la reconoció y finalmente he sido puta y princesa y todo lo que me ha dado la gana ser, eso sí, con premeditación, alevosía y sin hacer daño a nadie.

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2 Comments
  • antoni
    Posted at 02:36h, 18 septiembre Responder

    M’ha agradat molt.
    crec que falten molts grissos en aquest mon.
    no te que ser tot blanc o negre, com ens fan vore.
    molt encertat i sincer

  • Nuevemesesypico
    Posted at 08:54h, 22 septiembre Responder

    Me ha encantado tu escrito. Me quedo con eso: «Pienso que realmente debemos revisar como adultos lo que somos para reflejar lo que deberíamos ser y dejar de proyectar deseos en nuestros hijos que no son suyos.» A veces echamos las culpas a Disney demasiado rápido…

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